Frio en el infierno. - Anónima

23.10.2018
  • Calculo que te habrán descrito
    unas tres veces elevado al cubo
    -por eso
    de todas
    las
    entradas
    de tu cuerpo-
    el tango que se forma en tus labios
    cuando bajan a conocerme,
    como si tu lengua supiera
    que cada vez es la última vez
    y se vistiera de saliva
    para honrar al último baile,
    ya sabes,
    el eterno,
    el que solo termina
    cuando se desliza caliente por tu garganta
    y tu sed claudica,
    subordinada
    a mi mano sobre tu cabeza.
    Debes saber ya
    que la diferencia
    entre mis fantasías y tú
    es que a ti te follo con los ojos abiertos
    y no son mis labios los que relamo después.
    Mientras tanto,
    tú las cumples
    añadiendo las tuyas,
    y ya sabes entonces
    lo que ocurre:
    todo eso del verbo zambullirse
    y el placer de ahogarse;
    el erotismo de los imperativos
    cuando se mezclan con tu boca;
    los ojos llenos de una perversión
    que duele
    y promete una sucesión de orgasmos
    por cada incursión
    -cómo no creerlo
    cuando noto tu lascivia
    empapándote los muslos...
  • mientras lo cuentas-;

    eso de que contigo
    los sentidos se reducen a tres:
    besarse, follarse y correrse;
    y todo eso del
    nometoquesasí
    que se van a empapar hasta las paredes
    y a ver quién limpia tanto sexo,
    pero pordiosnopares
    No desconoces,
    cuando me llenas los dientes de lujuria,
    el efecto que tiene tu espalda desnuda sobre mis ojos;
    las ganas que tengo de clavarte los metacarpos
    entre gemido e ingle;@
    romperme
    la
    muñeca
    partiéndote
    en
    dos;
    embestirte
  • hasta que tus gritos rompan la pared,
    te quedes sin voz
    y entonces tengas que pedirme clemencia,
    porque quiero amputarte
    cada intento de desplante
    y que mis dientes se queden llenos de tu carne;
    chuparte y llegarte a las entrañas
    -ya sabes lo que dicen,
    no se habla con la boca abierta-;
    follarte la boca
    y asaltarte
    tus cuatro labios
    atracándote las muñecas al otro lado de la habitación,
    recreándome en cada hendidura de tu cuerpo;
    lamiéndote cada gota que expulses
  • para besarte después;

    sentarte encima de mí
    y subirte al cielo
    -o bajarte al infierno,
    déjame pensarlo-;
    destrozándote el pelo mientras media espalda
    se
    queda
    en
    mis
    uñas.
    Joder,
    yo juraría que el invierno era la estación del frío,
    pero desde ti
    cuanto más desnuda voy
    más abrasa todo.
    Que tiemblen los animales,
    porque no se había visto nada tan salvaje
    hasta ahora.
    Que lo único que tiene esto de poesía
    es lo mojada
    que te deja mi tinta
    y los versos
    que voy a darte en la entrepierna.
    Y ya sabes cómo,
    a fuego lento
    y bien marcados.
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